
Durante años hemos
aprendido lo que sucede cuando se realiza un movimiento alrededor de una
articulación, por ejemplo, en el codo. La historia funcionaba de esta manera:
mientras un músculo, en este caso el bíceps, se contrae, el músculo del otro
lado, el tríceps, se relaja. A primera vista, esta explicación parece bastante
razonable. Es decir, si el músculo antagonista no se relaja, el músculo
agonista será incapaz de contraerse. Sin embargo, este paradigma empieza a
tambalearse cuando nos adentramos en la neurofisilogía y nos topamos con un
fenómeno recurrente en éste: relajar no significa dejar de mandar señales (ya
que los músculos siempre necesitan tener una tensión mínima), y si esto es
cierto, significa que siempre debe haber un mínimo de contracción, por muy leve
que sea. Por lo tanto, un músculo no puede relajarse. Pero lo normal es
considerar que todo esto podría basarse más en un juego semántico que en
principios demostrados. ¿Seguro?. Comencemos a destripar qué es lo que
realmente sabe hacer un músculo.
¿Qué ocurre en la
contracción?
Lo primero que sucede
(y si no consideramos los arcos reflejos) cuando voluntariamente realizamos un
movimiento, es que nuestra corteza cerebral manda una señal. Esa señal va a
bajar por unos tractos descendentes de la médula por la sustancia blanca y va a
parar a una altura determinada de la médula. En ella, habrá una sinapsis con
una neurona motora que mandará la señal hacia la unión neuromuscular,
provocando una contracción. Para que la contracción tenga lugar, deberá
haber no sólo un impulso eléctrico, sino una sucesión rápida y continuada de
impulsos que provoquen ese potencial de acción que permita la contracción
muscular.
Una vez hemos descrito
qué ocurre con las señales que llegan a nuestros músculos, debemos tener varias
cosas en cuenta:
- Cuando la neurona
motora manda la señal para que un músculo se contraiga, a ella han llegado una
serie de señales excitatorias o inhibitorias: unas señales le decían
“contráete”, mientras que otras le decían “no te contraigas”.
- Pero lo fundamental
es que ninguna le decía “relájate”. Y la principal consecuencia es que a los
músculos sólo les llegan señales de contracción, nunca de relajación. Es decir:
a un músculo pueden llegar más o menos señales de contracción, pero no de
relajación.
Llegados a este punto
podríamos preguntarnos: entonces, ¿cómo consigue un músculo contraerse y otro
contraerse menos para realizar una flexión de codo? Básicamente, porque a un
músculo le llegan más señales para que se contraiga que al otro. Un músculo no
se relaja, sino que se inhibe. Es decir: se contrae menos.
Imaginemos que tenemos
el mástil de un barco, y que para mantenerlo recto, tenemos a dos marineros
tensando cada uno una cuerda, una a cada lado. Si uno de ellos se relaja, la
fuerza con la que el otro tira del mástil hará caer éste. Y lo mismo pasará al
contrario. Por lo tanto, si extrapolamos este símil a una articulación con unos
músculos y huesos, podemos determinar que siempre es necesaria una tensión,
o lo que es lo mismo, una contracción de los músculos de ambos lados del eje
que permitan mantener estable la articulación.
¿Qué consecuencias
directas tiene en el entrenamiento con resistencias? Cuando hablamos de la fase
concéntrica o excéntrica de un músculo, no podemos sólo pensar en que en una
flexión de codo contrarresistencia, por ejemplo, sólo trabaja el bíceps. El tríceps
necesariamente tendrá que trabajar excéntricamente para controlar el
movimiento. Es decir: si nuestro sistema nervioso detecta que el tríceps no
puede contraerse y por tanto, controlar el movimiento, le dirá al bíceps que no
se contraiga, ya que de lo contrario “el mástil se caerá”. Cuando el sistema
nervioso detecta una falta de estabilidad, éste responderá con una falta de
movilidad. Si nuestro sistema detecta que somos inestables en determinadas
posiciones, nuestro sistema evitará llegar a esas posiciones debido a que
podríamos provocar una lesión debido a una falta de control.
Por todo ello, debemos
entrenar pensando en que lo primero que nuestro cuerpo debe tener es
estabilidad. Para que tengamos esa estabilidad, deberemos hacer que en rangos
acortados de la musculatura, dónde hay una pérdida de entrada propioceptiva,
nuestro cerebro se comunique bien con el músculo, concretamente, con el huso
muscular. Si esta conexión falla, habrá inestabilidad.
Pongamos otro ejemplo.
Imaginemos que queremos llamar a un amigo para que nos traiga unos apuntes de
la universidad. Sabemos que sin esos apuntes suspenderemos el examen. Para
ello, nuestra forma de comunicarnos con él es llamando con nuestro teléfono a
su teléfono. Sin embargo, él se encuentra en un lugar donde no tiene cobertura.
Como no tiene cobertura, no podré realizar la llamada y por lo tanto, no tendré
los apuntes y suspenderé.
Ahora trasladémoslo al
cuerpo humano. Nuestro cerebro quiere mandar una señal a nuestro bíceps para
que se contraiga, y así, poder realizar esa flexión de codo que buscamos.
Sabemos que sin esa contracción del bíceps no podremos hacer la flexión de
codo. Para ello, la forma de comunicarse el cerebro con el músculo es mediante
el huso muscular, el cual da información sobre la situación del músculo. Sin
embargo, como el huso de ese músculo está “averiado”, éste no se puede
comunicar con el cerebro. El cerebro no sabe qué está pasando y decide no
contraer, ya que no obtiene la información que busca. Es más, lo que hará será parar
toda la actividad por si ocurre una posible lesión.
Sin embargo el cuerpo
tiene diferentes mecanismos para actuar. Si un músculo no funciona
correctamente, lo que hará será compensar para intentar realizar el mismo
movimiento. Esto podría repercutir en un exceso de movilidad en otras
articulaciones con su consecuente desgaste articular. Si lo comparamos con
el ejemplo anterior, si nuestro amigo no responde a la llamada, tendremos que
llamar a otro. Pero éste no tiene tan buenos apuntes, y nuestro examen no
saldrá tan bien como deseamos.
Cuando existen rangos
limitados o un músculo con demasiada tensión, el problema no está en la
tensión. La tensión es consecuencia de un exceso de trabajo de esa
musculatura para compensar la falta de movilidad y por tanto, de estabilidad,
en otros músculos. Es esa solución explicada anteriormente que busca el sistema
nervioso para seguir realizando las tareas que le solicitamos hacer.
A partir de ahora
deberemos pensar en que es posible que podamos estar incubando una futura
lesión, pero no nos damos cuenta debido a que nuestro cuerpo es un excelente
compensador que no para de buscar soluciones. Sin embargo, en el momento en
el que una molestia aparece, puede ser debido a que algo ha ido demasiado mal
como para ser solucionado. Por ello, deberíamos estar atentos a que un exceso
en las dosis, o la realización de ejercicios multiarticulares, pueden estar
incentivando esa compensación que realiza nuestro cuerpo y que, en definitiva,
estemos ayudando a provocar esa futura lesión.
Protraining Center - Entrenador personal Barcelona
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Hola, de donde es quien escribe o los que escriben ese blog? Siguen publicando ?
ResponderEliminarMuy bueno. Queria pedir un mail de contacto para consultas profesionales y de estudio.
Saludos
Nahuel
Estudiante de la Licenciatura en Educación Física y Deporte
Argentina